Pablo no estaba sólo en la misión. Para atender a sus comunidades supo rodearse de colaboradores y amigos que le ayudaban.
Pablo considera a Apolo colaborador suyo en la misión (1 Cor 3,6), de quien está seguro que podrá ayudar a los corintios en la gran diversidad de cuestiones que se plantea la comunidad.
De Áquila y Priscila, un matrimonio de evangelizadores, Pablo llega a decir que “por salvarme la vida se jugaron la suya; no sólo yo les estoy agradecido, sino toda la iglesia de los paganos”.
Estos colaboradores de Pablo eran más que meras ayudas en su trabajo: eran personas en quienes Pablo podía confiar como en sí mismo y a quienes encargaba los asuntos más delicados.
Timoteo será su “hijo querido y fiel al Señor” y llevará a cabo las más variadas misiones; “a nadie tengo que se le iguale en su genuina preocupación por vosotros..., …en el anuncio de la buena noticia estuvo a mi servicio como un hijo para un padre”. Timoteo firma algunas cartas junto con Pablo.
Junto con Timoteo, quizás el colaborador más cercano a Pablo fue Tito, quien le acompañó en el difícil viaje a Jerusalén para el Concilio (Gal 2,3). De origen gentil –no judío–, Tito podía ser presentado por Pablo como un buen ejemplo de lo que la fe obraba en los seres humanos sin necesidad de someterse a la Ley de Moisés. Nunca sabremos la importancia que Tito pudo tener en la configuración del evangelio “libre de la Ley” de Pablo. El papel de Tito para mejorar las relaciones del Apóstol con los Corintios, tras el fracaso de Timoteo, parece haber sido también muy relevante. (2 Cor 2)
Timoteo y Tito son sólo dos, quizá los más relevantes, de una cantidad grande de compañeros y compañeras que flanquearon a Pablo en su apostolado, una auténtica “compañía de Pablo”.
Podemos nombrar a; Silas, Evodia, Síntique, Aristarco, Marco, Demas, Justo, Febe, Epafrodito, María, Andrónico, Junia, Ampliato, Clemente, Urbano, Eustaquio, Apeles, Trifena, Trifosa, etc.
Dependiendo de si tomamos en cuenta toda la literatura paulina o sólo las cartas auténticas, o de si incluimos los Hechos de los Apóstoles, podemos llegar a individuar hasta casi cien nombres de los muchos colaboradores de Pablo (algunas fuentes antiguas, como Eusebio, hablan, quizás exageradamente, de varios miles).
Con razón dice G. Barbaglio: “Pablo supo movilizar alrededor de su proyecto misionero a muchas personas y programar un trabajo articulado y eficaz de propaganda. Fue un óptimo organizador y un sabio planificador, líder carismático de equipos misioneros suficientemente elásticos, en donde se juntaban colaboradores estrechos y permanentes, ayudantes ocasionales, personalidades fuertes y humildes acompañantes, compañeros de viaje, representantes de las comunidades. La conclusión más obvia es que, sin menguar en lo más mínimo su espíritu de iniciativa y su intensa acción, hay que reconocer la aportación que le dieron sus colaboradores”.
No siempre es fácil trabajar en grupo, no es fácil organizar y dirigir, tampoco obedecer o dejarse enviar. Nuestra cultura valora tanto la individualidad, la libertad y la originalidad, que no es fácil conjugar estos valores con el humilde trabajo en grupo, el aceptar la misión dada por otro, el aportar nuestro esfuerzo a una obra que no es sólo del individuo.
Los Hechos, en el capítulo 19,9 nos habla incluso de una “escuela” o “sinagoga” de Pablo: “Pablo se apartó de ellos, llevó consigo a los discípulos y siguió discutiendo diariamente en la escuela de un tal Tirano”.
Antes de enviarles a predicar, como había hecho Jesús, Pablo se junta con sus discípulos y les enseña al modo socrático, o quizá judío, mediante preguntas y respuestas.
La teología de Pablo que hallamos en sus cartas no surgió, seguramente, de una reflexión y oración puramente personales, sino del diálogo, la discusión, el debate, el encuentro, la oración y la celebración con sus colaboradores y colaboradoras.
La fuerza de esta escuela Paulina fue tal que, incluso tras la muerte del “maestro”, sus discípulos continuaron reflexionando y escribiendo cartas bajo su nombre, como Colosenses, Efesios o la Segunda a los Tesalonicenses.
Esta escuela paulina fue posiblemente determinante en la conservación y difusión de las cartas y la teología del Apóstol. Quizás hoy deberíamos recuperar esta dimensión comunitaria de la producción teológica, no sólo la interpretación comunitaria de la Escritura en los grupos bíblicos, también la reflexión comunitaria sobre cuestiones eclesiales, morales, sociales, comunitarias, etc.
Una última nota sobre los colaboradores de Pablo: las mujeres tuvieron en este grupo una importancia que tal vez hoy nos resulta difícil valorar adecuadamente, pero que sin duda fue grande.
Ya hemos citado algunos nombres; seamos algo más precisos:
- En Romanos se menciona a Febe, llamada “hermana” y “diácono de la Iglesia”. Priscila, María, Junia “ilustre entre los apóstoles”, Pérside, Trifena, Trifosa, Julia.
- En 1 Corintios, a Cloe; en Flp 4,2, a Evodia y Síntique, posiblemente mujeres con importantes responsabilidades comunitarias.
- En 2º de Filemón, se habla de la hermana Apfia y podríamos añadir más nombres.
La participación de las mujeres en las comunidades paulinas, sin que podamos advertir rasgos de discriminación respecto de los varones (con la excepción del texto de 1 Cor 34-36, interpolación que proviene de 1 Tim 2,11-15), fue posiblemente decisiva en la extensión rápida del evangelio en los medios paganos, desbordando los límites de la sinagoga judía.
Francisco R. FUEYO
Pablo considera a Apolo colaborador suyo en la misión (1 Cor 3,6), de quien está seguro que podrá ayudar a los corintios en la gran diversidad de cuestiones que se plantea la comunidad.
De Áquila y Priscila, un matrimonio de evangelizadores, Pablo llega a decir que “por salvarme la vida se jugaron la suya; no sólo yo les estoy agradecido, sino toda la iglesia de los paganos”.
Estos colaboradores de Pablo eran más que meras ayudas en su trabajo: eran personas en quienes Pablo podía confiar como en sí mismo y a quienes encargaba los asuntos más delicados.
Timoteo será su “hijo querido y fiel al Señor” y llevará a cabo las más variadas misiones; “a nadie tengo que se le iguale en su genuina preocupación por vosotros..., …en el anuncio de la buena noticia estuvo a mi servicio como un hijo para un padre”. Timoteo firma algunas cartas junto con Pablo.
Junto con Timoteo, quizás el colaborador más cercano a Pablo fue Tito, quien le acompañó en el difícil viaje a Jerusalén para el Concilio (Gal 2,3). De origen gentil –no judío–, Tito podía ser presentado por Pablo como un buen ejemplo de lo que la fe obraba en los seres humanos sin necesidad de someterse a la Ley de Moisés. Nunca sabremos la importancia que Tito pudo tener en la configuración del evangelio “libre de la Ley” de Pablo. El papel de Tito para mejorar las relaciones del Apóstol con los Corintios, tras el fracaso de Timoteo, parece haber sido también muy relevante. (2 Cor 2)
Timoteo y Tito son sólo dos, quizá los más relevantes, de una cantidad grande de compañeros y compañeras que flanquearon a Pablo en su apostolado, una auténtica “compañía de Pablo”.
Podemos nombrar a; Silas, Evodia, Síntique, Aristarco, Marco, Demas, Justo, Febe, Epafrodito, María, Andrónico, Junia, Ampliato, Clemente, Urbano, Eustaquio, Apeles, Trifena, Trifosa, etc.
Dependiendo de si tomamos en cuenta toda la literatura paulina o sólo las cartas auténticas, o de si incluimos los Hechos de los Apóstoles, podemos llegar a individuar hasta casi cien nombres de los muchos colaboradores de Pablo (algunas fuentes antiguas, como Eusebio, hablan, quizás exageradamente, de varios miles).
Con razón dice G. Barbaglio: “Pablo supo movilizar alrededor de su proyecto misionero a muchas personas y programar un trabajo articulado y eficaz de propaganda. Fue un óptimo organizador y un sabio planificador, líder carismático de equipos misioneros suficientemente elásticos, en donde se juntaban colaboradores estrechos y permanentes, ayudantes ocasionales, personalidades fuertes y humildes acompañantes, compañeros de viaje, representantes de las comunidades. La conclusión más obvia es que, sin menguar en lo más mínimo su espíritu de iniciativa y su intensa acción, hay que reconocer la aportación que le dieron sus colaboradores”.
No siempre es fácil trabajar en grupo, no es fácil organizar y dirigir, tampoco obedecer o dejarse enviar. Nuestra cultura valora tanto la individualidad, la libertad y la originalidad, que no es fácil conjugar estos valores con el humilde trabajo en grupo, el aceptar la misión dada por otro, el aportar nuestro esfuerzo a una obra que no es sólo del individuo.
Los Hechos, en el capítulo 19,9 nos habla incluso de una “escuela” o “sinagoga” de Pablo: “Pablo se apartó de ellos, llevó consigo a los discípulos y siguió discutiendo diariamente en la escuela de un tal Tirano”.
Antes de enviarles a predicar, como había hecho Jesús, Pablo se junta con sus discípulos y les enseña al modo socrático, o quizá judío, mediante preguntas y respuestas.
La teología de Pablo que hallamos en sus cartas no surgió, seguramente, de una reflexión y oración puramente personales, sino del diálogo, la discusión, el debate, el encuentro, la oración y la celebración con sus colaboradores y colaboradoras.
La fuerza de esta escuela Paulina fue tal que, incluso tras la muerte del “maestro”, sus discípulos continuaron reflexionando y escribiendo cartas bajo su nombre, como Colosenses, Efesios o la Segunda a los Tesalonicenses.
Esta escuela paulina fue posiblemente determinante en la conservación y difusión de las cartas y la teología del Apóstol. Quizás hoy deberíamos recuperar esta dimensión comunitaria de la producción teológica, no sólo la interpretación comunitaria de la Escritura en los grupos bíblicos, también la reflexión comunitaria sobre cuestiones eclesiales, morales, sociales, comunitarias, etc.
Una última nota sobre los colaboradores de Pablo: las mujeres tuvieron en este grupo una importancia que tal vez hoy nos resulta difícil valorar adecuadamente, pero que sin duda fue grande.
Ya hemos citado algunos nombres; seamos algo más precisos:
- En Romanos se menciona a Febe, llamada “hermana” y “diácono de la Iglesia”. Priscila, María, Junia “ilustre entre los apóstoles”, Pérside, Trifena, Trifosa, Julia.
- En 1 Corintios, a Cloe; en Flp 4,2, a Evodia y Síntique, posiblemente mujeres con importantes responsabilidades comunitarias.
- En 2º de Filemón, se habla de la hermana Apfia y podríamos añadir más nombres.
La participación de las mujeres en las comunidades paulinas, sin que podamos advertir rasgos de discriminación respecto de los varones (con la excepción del texto de 1 Cor 34-36, interpolación que proviene de 1 Tim 2,11-15), fue posiblemente decisiva en la extensión rápida del evangelio en los medios paganos, desbordando los límites de la sinagoga judía.
Francisco R. FUEYO