20090220

PRIMERA CARTA DE PABLO A LOS CRISTIANOS DEL SIGLO XXI

Queridos hermanos:
A veces los veo un tanto cansados, molestos, deprimidos porque el evangelio no penetra en los estamentos de la sociedad, y muchas veces no dan con las respuestas y estrategias. Algo de este desaliento se percibe en publicaciones, acciones y asambleas, que deberían estar empapadas de la alegría del Resucitado. ¡Estar siempre alegres en el Señor!
Comprendo sus sentimientos, porque yo también quería con locura a mis comunidades; pero creo que han perdido la perspectiva de las cosas. Dios es más grande que nosotros y es capaz de hacer brotar la vida y la energía de nuestra debilidad. Habita en el corazón de todos los seres humanos, aunque ellos no hayan caído aún en la cuenta.
Veo que no están acostumbrados como yo a vivir la fe en la intemperie, en minoría, sin recursos, ni medios, teniendo que dar cada día razón de la esperanza.
Quizá esa falta de práctica había anquilosado o dado por segura una experiencia que siempre será frágil y que tiene algo de riesgo, apuesta, asombro, fuego, regalo... Veo que los nuevos tiempos los han pillado desentrenados, pero no piensen en absoluto que están abandonados de la mano de Dios.
No se escuden en su pobreza, para no poner toda la carne en el asador a la hora de vivir y anunciar a Jesucristo, ni justifiquen su pereza, su conformismo o su miedo, a la hora de afrontar la imprescindible renovación de la Iglesia, apelando a su fidelidad.
Preocúpense, más bien, de buscar nuevos caminos para impulsar la justicia en el mundo y la evangelización, sin esperar que todo el mundo los vaya a ver bien. La creatividad es el don que más debemos implorar al Espíritu.
Sin duda, los problemas podrán aumentar, y su capacidad para afrontarlos podrá bloquearse en algún momento; pero a ustedes, como a mí, nos basta con esta convicción: ¡Nada nos separará del amor de Dios! (Rm 8,35-39).
Pedro José GÓMEZ SERRANO
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